HOME / CASA     MAS DESCARGAS     FOTOS / VIDEOS     PELICULAS      MUSICA

El sueño de Fernando Alonso se convirtió en una pesadilla


Fernando Alonso siempre había soñado con ser piloto de McLaren-Mercedes, de modo que no necesitó pensárselo mucho cuando Ron Dennis le ofreció la posibilidad de subirse a una flecha de plata. Había ganado un título con Renault e iba camino del segundo, así que era necesario buscar nuevos retos. Lo que no podía imaginar el piloto español es que el sueño se convirtiera en una pesadilla.

El monoplaza angloalemán había mostrado su fragilidad en 2006, hasta el punto de que el equipo no conoció esa temporada el sabor de la victoria. Pero lo cierto es que ya en los ensayos de pretemporada Alonso demostró que era posible alcanzar la competitividad y prácticamente desde el principio logró tiempos interesantes. El bicampeón mundial aplicó su medicina y el coche empezó a volar, apoyado siempre por un equipo que nunca ha escatimado en gastos a la hora de afrontar avances.




Y la temporada empezó bien, al ganar Raikkonen la primera carrera por delante de Alonso y el sorprendente Hamilton, que saldaba su debut en la Fórmula 1 en el podio, y continuó aún mejor, cuando Fernando se impuso en Malasia a su compañero y al finlandés. Era la primera victoria del español en la escuadra angloalemana y todos se las prometían muy felices.

Pero tanto en Bahrein como en España Alonso quedó tras Hamilton y por fin, en Mónaco, estalló el conflicto: Alonso, que logró la pole, la vuelta rápida en carrera y la victoria, fue acosado en todo momento por Lewis, que no obedeció las órdenes del equipo de que mantuviera su posición y al final de la prueba se quejó de favoritismo hacia el bicampeón mundial y permitió a la FIA iniciar una investigación para comprobar si en McLaren habían existido órdenes, algo que está prohibido.


El equipo estuvo siempre con Lewis
Dio la sensación de que el equipo había puesto a prueba a Lewis, y como éste había respondido sin bajarse del podio, pasó de considerarlo una promesa de futuro a un realidad. El humilde Hamilton, por otra parte, empezó a enseñar la patita y a dejar claro que era más ambicioso de lo que hacía ver, amparado por un equipo que celebraba sus éxitos con mucho más entusiasmo que los de Alonso.

En Canadá y Estados Unidos, ya con el ambiente muy enrarecido por lo acontecido en Mónaco, llegó la crisis definitiva. Hamilton ganó las dos carreras y Alonso estalló: su compañero de equipo se beneficiaba de los reglajes que él adoptaba y, además, las estrategias le favorecían. Fue cuando quedó claro que el asturiano quería irse. Es más, su compañera, su padre y su representante empezaron a ver las carreras en las dependencias de Renault ante la rabia que sentían por las celebraciones indisimuladas de los componentes del equipo McLaren cuando el éxito sonreía a Hamilton. Cuando era Fernando el que brillaba, todo quedaba en gestos de compromiso...


Una reacción abortada
Pero Alonso nunca se rindió. Herido en su amor propio, se conjuró para reaccionar. Y lo consiguió. Superó a Hamilton en su propia casa y, después, ganó en Nürburgring, en una impresionante exhibición sobre el suelo mojado que concluyó con un espectacular adelantamiento a Massa. Seguía habiendo cosas raras, eso sí, como la increíble ayudita que la grúa brindó a Hamilton, al que retornó a la pista... Pero Alonso estaba lanzado.

Llegamos entonces al momento decisivo de la temporada, que volvió a cortar la reacción el español. En Hungría, Alonso consiguió la pole position tras una polémica sesión de clasificación en la que Hamilton esperó más tiempo del previsto tras él. El entorno del piloto británico promovió una reclamación -lo nunca visto- que la FIA aceptó. El español fue retrasado en la parrilla y perdió una victoria cantada, que además fue a manos de su compañero... Increíble pero cierto. Una mano negra anulaba toda reacción de Fernando, que dejó de hablarse con Ron Dennis.


Escándalo de espionaje
Lo demás es historia reciente. Alonso siguió trabajando, recortando punto tras punto a su rival y sumando una nueva victoria en Monza, pero el divorcio con el equipo era ya un hecho. En medio, la nueva polémica por el escándalo de espionaje a Ferrari, que dañó todavía más la imagen de McLaren, que perdió todos los puntos en la clasificación de constructores.

La carrera de Japón decidió. La lotería de la lluvia se alió con Hamilton, que ganó la carrera, y le dio la espalda a Alonso, que sufrió su único accidente de la temporada. Pero la emoción no había concluido, y en China, penúltima carrera de la temporada, Hamilton se quedaba enganchado en la entrada a boxes y con ello daba emoción al Mundial. Llegamos a la cita final, Brasil, donde Hamilton volvió a fallar. El título, al final, era para Raikkonen. Y es que a río revuelto, ganancia de pescadores...

En resumen, ridículo inmenso del teóricamente muy profesional equipo McLaren, que apostó todo a favor de un Hamilton que a la hora de la verdad falló y que no trató como merecía a un bicampeón del mundo que, curiosamente, había soñado siempre con vestir sus colores